martes, 3 de febrero de 2015

Casi amor, sin casi ni amor.

¿Me vas a seguir atendiendo? Gracias. De veras necesitaba echarlo fuera.

Todo pasó en ese verano. Todo cambió en ese verano: Todo se resume a ese verano. Los días pasaban entre juegos y aventuras que Fran inventaba. No había otros niños, así que hacíamos con el pueblo lo que queríamos: Vivíamos en los árboles, corríamos los maizales abriéndonos paso mientras perseguíamos ardillas... y mucho más. Estoy seguro de que Fran siempre vivía así pero para mi era algo completamente nuevo, un mundo al que sólo no sabía llegar. Quizás por eso me molestó tanto cuando ese mundo empezó a cambiar: No es tan fácil ver ardillas en mi aldea. Me gustan mucho las ardillas de mi aldea.Y así fue, que aunque nunca habíamos pensado que más gente de nuestra edad pudiera venir al pueblo, tampoco nos debió sorprender tanto que vinieran.

Eran un par de hermanas de Estados Unidos: La pequeña de las dos era más joven que yo (¿tendría siete años?¿Seis?) y la otra tendría un par de años más que Fran. Nada muy desproporcionado, aunque de eso nos enteraríamos más tarde. Lo primero fue el coche llegando a la mítica casa en la que nunca había y que tampoco parecía abandonada. La conocíamos bien, porque varias veces nos habíamos colado a jugar en sus canastas de baloncesto. Me pirran, la verdad, y convencer a Fran de esas cosas era tarea fácil. De hecho, era yo quien siempre se negaba a ir en contra de la ley, pero siempre son necesarias las excepciones que confirmen el espíritu de la regla. Y me lío, el coche.

Lo vimos llegar cuando estábamos de vuelta tras un paseo por el bosque. Aquel coche no nos sonaba, así que corrimos a un alto del terreno y lo seguimos desde el escondite que dos niños podían darse mientras seguían un coche desconocido. Entonces lo vimos. Vimos como entraba en la casa en quien nadie vivía, pero que no estaba abandonada. Esto en sí ya fue algo mágico, pero aún quedaba lo mejor: Ver a las hermanas. Yo era un pipiolo para apreciar esas cosas mientras que Fran ya estaba en lo que todos llaman "esa edad", algo que ahora te viene en cualquier momento. Aún así, cuando vimos bajar a Jes, el mundo se nos vino al suelo a los dos. Desde lo más primitivo de nuestro ser vimos la definición de belleza tallada en aquella chica morena, de ropas descaradas, piel ligeramente oscura y unos ojos, unos ojos que sin haberlos visto sabíamos que eran cristalinos como el mar (al final resultaron verdes, pero casi). Además era alta, que eso cuando eres pequeño es como:
-Fua.

Recuerdo que Fran y yo volvimos discutiendo sobre quien sería el primero en hablar con ella, como él hacía alusión a que aparentaba su edad y yo sería un niño a sus ojos, y como yo, me defendía con argumentos tan lógicos como que, si tenía su edad, preferiría a alguien que tiene mas futuro y vida por delante que él. No llegamos a ninguna conclusión antes de separarnos así que supimos que sería cuestión de quién hiciera el primer movimiento. Yo después tampoco le di más vueltas. De hecho, al amanecer ya lo había olvidado: Así era mi interés en las chicas. Ojalá el de Fran fuera el mismo.

Al día siguiente, yo ya sin acordarme de Jes, el coche, o la casa en la que jugábamos al baloncesto en absoluto, quedé con Fran como siempre, y como siempre tenía algún juego para mi, algún viaje para mi. Así que la mañana pasó rápido. Luego la comida y la tarde, que pasaron  también como siempre: no como la noche. La noche mató el como siempre.

A la noche, cuando volvíamos por un atajo poco transitado, nos chocamos literalmente con Jes al girar en una esquina. Ella también estaba intentando volver a casa, y no lo hacía sola. Clair, su hermana pequeña, iba con ella. Ahora recuerdo, que todo el día nos lo habíamos pasado haciendo cosas en los alrededores de la casa que por primera vez tenía gente. Ahora recuerdo que Fran parecía no haber dormido en toda la noche anterior. Ahora recuerdo la sonrisa de triunfo que asomó en su cara en ese momento y como no volvió a hacerme ningún juego, ninguna aventura ni ningún caso hasta el día de hoy.

viernes, 23 de enero de 2015

Inocencia truncada

Recuerdo que seguía siendo un niño. Ya habían pasado unos años desde mi primer "codeo" con el amor, pero aún así no debía de superar el lustro y medio. A pesar del paso del tiempo tras la primera historia que te conté, seguí igual de inocente que años atrás: juegos, papi-mami, los amigos y ya. Esas eran mis preocupaciones. Si me hubieran dicho que mi segunda experiencia iba a ser tan pronto, tan dura; no los hubiera creído.

Creo que es una historia que he contado pocas veces, incluso entre mis amigos, pues es una historia que duele contar. Es una cuyos personajes no deberían leer, pues seguramente no sepan lo que aquello supuso para el niño que era. Como quien ríe de alguien en el colegio y después, años más tarde, escucha que sus bromas no eran bromas y arruinaron una vida. Sí, es esa clase de historia. Pero te voy a decir algo: los niños deberían saber más historias de éstas. Que dejen de pensar que todo es felicidad a su alrededor si ellos tienen su cuento. Deberían aprender no a ser felices, si no a ser felices con el resto.


Creo que era verano. Sólo entonces el pueblo se llena de niños pues mi aldea es una aldea clásica, de esas que población población, más bien poca hasta que llegan las fiestas. Aún así, algunos fines de semana también íbamos, ya que a mi abuela le encanta, y donde manda patrón, no manda marinero. A mi no me apasionaba demasiado, había pocos niños y a los siete años socializar era muy duro para niños tímidos como yo. La parte buena es que Fran ya venía de serie.

Fran era un amigo de mi aldea que tenía unos años más que yo. Lo idolatraba con los ojos que veían la promesa de una vida que no se me permitía por ser demasiado pequeño. "Ya tendrás tiempo" me decían, y mientras, Fran con todo el tiempo que quería. Además me trataba súper bien aunque yo no entendiera sus preocupaciones, sus programas de televisión o su afán e interés por las chicas. Él, simplemente, hacía lo posible para entretenerme. Horas y horas planificaba tardes conmigo para traerme aventuras de en sueño, juegos por el bosque y lo que hiciera falta por hacerme reír. Quizás por eso me dolió tanto lo que me hizo después.


Una vez leí una frase que decía: "leer libros es la manera de perder la inocencia sin perder la virginidad", y es cierto que a menudo me arrepiento de no haber leído más libros.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Amor

Apenas tengo recuerdos de aquel entonces, ¿Cuatro años? Quizás cinco. Párvulos.

Recuerdo el acabar de una clase. Tener tiempo para jugar. Las sillas y mesas chiquitas. Ella...

Na, es mentira. Sé quien era pero nada más. No tengo la más mínima idea de lo que se me pasó por la cabeza antes de usarla por primera vez en mi vida (Así me fue).

Me acuerdo, que en medio del caos de algarabía y juegos infantiles, uno de los niños dejó de jugar, se apartó, y se paró el mundo cuando la vi.
Días después, me acerqué a ella.
Decidido pero sin presión, llamé a la puerta de su hombro, y cuando giró, junté mis labios a los suyos y mis ojos se cerraron por un momento.
Un momento. Sin connotaciones bonitas, sin palabras de amor. Era demasiado pequeño para tenerlas entoncrs y saber usarlas ahora. Aún así, a veces, aún creo poder recordar levemente el tacto de sus labios distraídos.

Cuando me separé de ella, nos miramos.

-Me caí.-Le dije. Y aunque ella quedó algo extrañada, volvió a lo suyo sin darme más importancia que a un niño que se cruzó al ir tras su pelota. Después todo vuelve a ser negro. 

Y eso es lo primero que recuerdo del amor
: Sin saber nada de ella, sin saber nada de mi. ¿Como sé que era amor? Porque  aún lo recuerdo. Porque me cargué de valor para levantarme y andar.
Porque tenía que ser ella, y solo ella me valía. Porque no sabía lo que era un beso y sé que no cerré los ojos, pero se  cerraron ellos. Mires como lo mires, es amor del bueno.

sábado, 6 de abril de 2013

Prólogo

Vuelvo a estar sólo, aunque quizás nunca he dejado de estarlo. Al fin y al cabo, las cosas no son como creemos que son. Ni como vemos que son. Tan siquiera son como nos dicen que son. Las cosas son como son y punto, no van a cambiar por lo que alguien diga. Ni si acierta.

Han sido años, muchos años de relación que ahora veo con otros ojos, que aún me superan, que aún me cortan el aliento con sus última palabras:
- No es suficiente.
Yo no sabía a que se refería.
- ¿El qué?
Pregunté, desconocedor de la respuesta que atraía.
-Lo que me das. No es suficiente. Creo que Bla bla bla.- Ya sabes: Que si era ella, que si es lo mejor, que si podemos ser amigos...Y yo, con la mente en blanco y el único impulso de echar a reír ante lo que me sonaba a una mala broma. ¿Me  estaba dejando? ¿Me dejaba? PERO SERÁ ZORRA (Debí decírselo allí mismo, pero estas cosas siempre se te ocurren después.) Pensaba que era diferente. Pensaba que al menos me dejaría con un par de ovarios. Que coño, pensaba que me quería la muy puta. Eso sin hablar de su escusa. ¿Que no le doy lo suficiente? ¡Si le di todo joder! Y no soy de tacos y ya llevo unos cuantos por culpa de esta furcia. Pero es que se lo di todo joder. La quise con todo mi corazón, como me enseñaron. ¿Acaso el amor no fue suficiente?

Y con esta idea empezó todo. En cuento esta pregunta llegó en mi cabeza, supe que no volvería a sacarla de ahí. Y entendí, que  tal vez la culpa no fuera de ella (que seguía hablando, como buscando que le diera las gracias) por ser una puta. Que quizás la culpa no era mía por ser quien soy. Quizás, esta vez, la culpa la tenía el amor. Sí, el amor. Porque tal vez, y solo tal vez, el amor no sea suficiente.